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--El Conservatorio y los ladrillos--
El maestro Rolón, a quien yo profundamente estimo y quiero como músico y amigo, se ha impuesto la tarea de renovar el carcamán ese del Conservatorio. Los ladrillos invaden los patios. Unos ladrillos que servirán para medio levantar unas aulas desvencijadas (albañiles de aquí para allá; albañiles de aquí para acá) ¡Aulas gloriosas! ¡Después de haberos puesto esas lápidas en las que culmina toda la buena intención y el mal gusto de quienes las pusieron, amenazan con destruiros! ¡No! De ahí de los ladrillos y los albañiles. […] afanosos los ladrillos van de los patios a las aulas y creo que también de las aulas a los patios. Oh, viejo Conservatorio, escúchame loarte. No puede permitirse que una institución que sostienen Espinosa y Rebollo tan orgullosamente, viniera abajo por la inercia de todos los directores y menos de aquellos que no querían dóciles (como yo (?)). ¡No! Todas las glorias que por allí pasaron, desde el bueno de Don M. Morales y los Campanos que guar-
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