Epistolario - Familia [Carta]

Fecha: 10/02/1936
Remitente: Silvestre Revueltas
Destinatario: Ángela Acevedo
Lugar: México

TRANSCRIPCIÓN
México, 10 de febrero
México, 10 de febrero

Los "pipilucos"
[sus hijas] y tú están aquí, amor, con una presencia desolada, sin voz, con una extraña inmovilidad, como si el tiempo se hubiera detenido, como si se hubiera despertado de un sueño, del que se recordaba tan bien todo, que parecía realidad; la casa vacía suena hueco, con lejanía obsesionante, y es de un color neutro, apagado, sin sonrisas, sin vida, y hay en todo, en mi corazón y en las cosas, una sensación de frío y de distancia.
He esperado tu carta —que acabo de recibir— desde el segundo día de tu partida. Por momentos creí que no me escribirías; me consolaba pensar, con mi acostumbrado escepticismo, que te encontrabas bien, pues de lo contrario me habrías escrito inmediatamente. ¡Es tan común que sólo cuando estamos en peligro, cuando nos sentimos muy solos, nos acordamos de los que nos aman, de los que pudieran velar por nosotros!
Me d
a cuidado que las chiquillas no descansen lo debido, a ver si logran acostumbrarse en algunos días. Ten a tu regreso mucho cuidado con [ellas], abrígalas bien, pues el cambio de tempera[tura es] más brusco viniendo de Veracruz.


Pág. 1 / 4

Epistolario - Familia [Carta]

Fecha: 10/02/1936
Remitente: Silvestre Revueltas
Destinatario: Ángela Acevedo
Lugar: México

TRANSCRIPCIÓN
México, 10 de febrero
México, 10 de febrero

Los "pipilucos"
[sus hijas] y tú están aquí, amor, con una presencia desolada, sin voz, con una extraña inmovilidad, como si el tiempo se hubiera detenido, como si se hubiera despertado de un sueño, del que se recordaba tan bien todo, que parecía realidad; la casa vacía suena hueco, con lejanía obsesionante, y es de un color neutro, apagado, sin sonrisas, sin vida, y hay en todo, en mi corazón y en las cosas, una sensación de frío y de distancia.
He esperado tu carta —que acabo de recibir— desde el segundo día de tu partida. Por momentos creí que no me escribirías; me consolaba pensar, con mi acostumbrado escepticismo, que te encontrabas bien, pues de lo contrario me habrías escrito inmediatamente. ¡Es tan común que sólo cuando estamos en peligro, cuando nos sentimos muy solos, nos acordamos de los que nos aman, de los que pudieran velar por nosotros!
Me d
a cuidado que las chiquillas no descansen lo debido, a ver si logran acostumbrarse en algunos días. Ten a tu regreso mucho cuidado con [ellas], abrígalas bien, pues el cambio de tempera[tura es] más brusco viniendo de Veracruz.


Pág. 1 / 4