Enero 6 de 1926

Las cosas están regular, no todo lo que reluce es oro y entre esas cosas se encuentra esta apacible ciudad; espero que ya hayas recibido mi telegrama, si las cosas suceden como dicen en el telégrafo.

Vénganse, pero dile a Pancho [¿Agea?] que no se haga ilusiones muchas, ni tú tampoco, porque esto está de la patada.
Encontré otra persona interesante: la hija del maestro Rolón, que según expresión del Rector aquí, es una muchacha muy ardiente ¡ay…! menos mal que el ardor le dio por el entusiasmo y ella es la que según cuentas hará más propaganda; los conciertos creo que siempre no serán en el Degollado sino en el Salón del museo, pues la gente que probablemente iría cabe perfectamente en éste y para un espectáculo tan bueno como el que nosotros presentamos (no en la calle) es bastantico [sic] mejor; a los músicos de aquí es donde más les gusta desde que al señor Rubinstein se le ocurrió decir que era mejor.
Como ahorita apenas tengo tiempo de poner ésta para que salga a tiempo en el tren te suplico te consigas dinero para los gastos de viaje, tuyos y de Pancho; inmediatamente que llegues te los repondré o se los mandaré a Consuelo, que me imagino será con quien consigas. Espero que Pancho ya habrá cumplido todos los encargos y por eso le hago otros poco[s] que te encargarás tu de darle: que me haga favor de hablar por teléfono a mi mamá o ir a las casa por si acaso, que es lo más probable, tiene algo que mandarme; que me compre, de las medicinas que ya sabe, 3 de afecciones de la garganta y tres de las de VOZ, pues aquí no hay y en el camino espero que tampoco y Lupe las está necesitando mucho, si no las trae lo devuelvo a que me las traiga. Si no es mucha lata para ti (me imagino que sí es) te encargaría un kilo de “papel mantequilla” que venden en la Casa Boker; no creas que es vacilada, es negocio; viene enrollado y lo podrías meter perfectamente en tu mundo.
Recuerdos para todos los de la casa.