NOTA SOBRE SU MUSICA
NOTA SOBRE SU MÚSICA
Silvestre Revueltas.
Nadie como los extraños para darse cuenta de nuestras virtudes.
Heme aquí por el camino del bien (artístico, se entiende), sin que mi naciente egolatría me hubiera dado tiempo de percatarme. Pero nunca es tarde para volver sobre mis pasos cuando de la rectitud se trata. Sin embargo, a fuerza de pensar en ello, no puedo impedir que la duda agite mi espíritu.
Cuando ciertas personas nos dicen que hemos encontrado el buen camino, lo más probable es que vayamos mal encaminados. ¿Qué entenderán por el camino del bien? Si se refieren a la clase de música que se puede sintetizar en el "esto sí es música" de todos los que sienten el agravio de lo nuevo, entonces podemos considerarnos perdidos, pues no hay peor fracaso que ser elogiado por los que están muy lejos de compartir nuestras ideas y nuestros puntos; o ellos se acercaron a nosotros, lo que no es muy halagüeño, o sintieron que nosotros nos acercábamos a ellos, lo que es decididamente insufrible.
Nuestra música mexicana tiene todas las características de esa pueril vanidad provinciana que se presenta a sus coterráneos con trajes y maneras de la capital. Es música envuelta en sedas importadas de los bulevares europeos, música hecha a base de diminutivos empalagosos, tan alejada de la realidad dolorosa y palpitante de las masas como una recepción diplomática o un aristocrático sarao. (Probablemente, éste sea el buen camino, pues la música dura y fuerte, que no se pasea en Rolls Royce sino que camina con los pies desnudos, no es del agrado de los oídos civilizados y refinados de los salones europeos.)
El grito plebeyo, fecundo en rebeldías, de un desarrapado tiene más fuerza constructiva que un millón de "five o'clock teas". (Pero éste ha de ser el mal camino. Desde luego, un camino que no está asfaltado).
¿Qué tiene de común con las vitales aspiraciones de nuestro pueblo, de nuestra juventud o niñez, de nuestras escuelas, esa música capaz de encantar el tierno corazón, ávido de refinamientos y exquisiteces de nuestra culta sociedad, pero incapaz de estimular, de alentar, ni siquiera de hacerse comprensible?
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