el Conservatorio que ahora, bajo la dirección de Chávez, contempla despavorido nuestra llegada y se aferra, con sus prestigios de tertulia familiar y la desesperación del último recurso, a los presupuestos de Bellas Artes.
Las temporadas de conciertos se sucedieron sin interrupción año tras año, siempre con obras nuevas de compositores extranjeros y con obras de mexicanos desconocidos y jóvenes. Sangre nueva que aturdía a los asustados patrocinadores de los soporíferos conciertos habituales.
Cada día un público más despierto, más voluntarioso, con menos prejuicios, asistió en mayor número y se fue familiarizando con las nuevas expresiones musicales y apreciando el esfuerzo de mejores ejecuciones.
Se inauguraron los conciertos para niños y obreros.
Hoy existen dos orquestas sinfónicas: la de México, bajo la dirección de Chávez, y la Nacional, bajo mi dirección. Las dos son un mismo camino y un mismo anhelo: camino de futuro y anhelo de mejoramiento. El trabajo de estas dos orquestas ha estimulado la creación musical.
Un grupo de jóvenes compositores se ha formado en el transcurso de estos nueve años. Su obra es vacilante aún, pero en algunos marca una ruta firme: Raúl Lavista, Daniel Ayala.
Las dos orquestas han dado a conocer toda la nueva producción del país y han empezado a crear nuevos directores. Abel Eisenberg, Hernández Moncada, Meza, Mariscal, Contreras, entre los futuros directores.
Del viejo Conservatorio carcomido, queda, desgraciadamente, el edificio colonial, feo e inadecuado, y algún que otro búho escondido por ahí, a pesar de los esfuerzos para desalojar los murciélagos del pasado.
Los estudiantes son menos respetuosos y llevan los ojos más abiertos. También trabajan más. Han colgado los retratos de nuestras glorias musicales en la bodega. Necesitan mejores ejemplos.
Los guardadores de la tradición contemplan con tristeza y obligada resignación lo que ellos llaman la catástrofe. No saben que todavía hay mucho que destruir, y a ellos en primer término.
Estanislao Mejía, actual director del Conservatorio; José Rolón, Manuel M. Ponce, Rafael J. Tello, viejos y sólidos prestigios, no han querido quedarse atrás y marcan el mismo paso con los estudiantes y maestros de vanguardia.
XXXXXXXXXXXXXXXXXX Dejo mucho en el tintero. Involuntariamente. No soy